El Sábado Santo y el significado de la Vigilia Pascual
Hoy es Sábado Santo y la Iglesia, después de haber conmemorado la Pasión y Muerte del Señor, se prepara para celebrar al Resucitado. La mayor de esas celebraciones es la “Vigilia Pascual”.
Duelo transformado en esperanza
Las primeras horas del día están marcadas por un espíritu de duelo, que prolonga el ambiente de silencio y meditación de la víspera. Son horas de espera en las que los católicos recuerdan que Jesús fue colocado en el sepulcro y después descendió a los infiernos.
Ciertamente son horas de espera, pero no de soledad. La Madre de Dios, María, acompaña a sus hijos en este trance, en el que Dios parece ausente. La Virgen permanece firme al lado de la tumba de su Hijo, fortaleciendo la fe, la confianza y la esperanza de todos sus hijos.
Luz que aleja las tinieblas
Más tarde, acercándonos a la noche, tiene lugar la celebración eucarística más especial del año litúrgico: la Vigilia Pascual, ‘la liturgia de las liturgias’, ‘la misa entre las misas’, en la que se celebra la noche bendita en la que Jesús resucitó y coronó su obra de salvación.
La Vigilia Pascual es la celebración por excelencia de la victoria definitiva de Cristo sobre el mal, el pecado y la muerte.
Celebrando la victoria de nuestro Dios
Durante la Vigilia Pascual se realizan tres símbolos importantes. El primero es la celebración de la luz o del fuego. El sacerdote bendice la fogata ardiente ubicada fuera del templo y, tomando fuego de esta, enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo. La luz del cirio acaba con la oscuridad.
El segundo se da en la celebración dentro del templo. Allí se entona el Pregón Pascual, poema del siglo IV que proclama el cumplimiento de todas las promesas en Cristo, quien recibe la gloria y el honor para siempre.
Consagración del Agua Bautismal.
La Bendición de la Pila bautismal, que podemos decir es el rito central de esta noche, es sumamente interesante y está llena de un rico simbolismo. Para expresar la infusión del Espíritu Santo sobre el agua bautismal, el celebrante sopla y alienta repetidas veces sobre ella y sumerge en la pila el Cirio pascual, pidiendo descienda con él en el agua “la virtud” del Paráclito. Reservada, luego, el agua necesaria para el uso del templo y de los fieles, a la que se destina para el bautismo se la mezcla con el óleo de los catecúmenos y el. Santo Crisma y se la guarda en el baptisterio.
La liturgia de la Palabra se articula en una secuencia de siete lecturas en las que se recuerda la historia de la salvación, desde la Creación del mundo hasta la Resurrección del Señor. En esta parte, resalta la lectura del libro del Éxodo en la que se narra el paso del pueblo de Israel por el Mar Rojo, cuando los judíos huían de las tropas egipcias que los perseguían y fueron salvados por Dios.
Esa acción divina fue primicia de lo que sucedería después: Dios salvaría de nuevo a su pueblo, pero esta vez lo hará entregando a su Hijo amado.
El tercer momento se produce cuando los fieles renuevan las promesas bautismales, renunciando a Satanás, a sus seducciones y obras. Esto se lleva a cabo frente a la pila bautismal -o un recipiente adecuado que haga las veces- y se cantan las letanías invocando a todos los santos, como expresión de la unidad de la Iglesia militante con la Iglesia triunfante.
SÍMBOLOGIA DEL CIRIO PASCUAL, PARA LA VIGILIA DEL SÁBADO SANTO.
El Cristo Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de cruz, acompañada de la fecha del año y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del alfabeto griego, para indicar que la gracia de Cristo, principio y fin del tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza siempre nueva en el año concreto en que vivimos.
Menor importancia tiene los granos de incienso que también se puede incrustar en la cera, simbolizando las cinco llagas de Cristo en la Cruz. Este Cirio “para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nuevo cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo”.
Es el símbolo más destacado del Tiempo Pascual. La palabra “cirio” viene del latín “cereus”, de cera. El producto de las abejas. El cirio más importante es el que se enciende en la vigilia Pascual como símbolo de Cristo – Luz, y que se sitúa sobre una elegante columna o candelabro adornado.
En la procesión de entrada de Vigilia se canta por tres veces la aclamación al Cirio: “Luz de Cristo. Demos gracias a Dios”, mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los presentes y las luces de la iglesia. Luego se coloca el Cirio en la columna o candelero que va a ser su soporte, y se proclama en torno a él, después de insertarlo, el solemne Pregón Pascual.
Además del simbolismo de la luz, tiene también el de la ofrenda, como cera que se gasta en honor a Dios, espaciando su luz: “acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda del cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios…Te rogamos que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche”.
Lo mismo que van anunciando las lecturas, oraciones, cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje diáfano de su llama viva. La iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con Él en la noche victoriosa en la que se anuncia – en el momento culminante del evangelio – la gran noticia de su Resurrección.
El Cirio estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de la cincuentena, al lado del ambón de la Palabra, hasta la tarde del domingo de Pentecostés. Una vez concluido el Tiempo Pascual, conviene que el Cirio se conserve dignamente en el baptisterio, y no en el presbiterio.
Durante la celebración del Bautismo debe estar encendido, para encender de él el cirio de los nuevos bautizados. También se enciende el Cirio Pascual, junto al féretro, en las exequias cristianas, para indicar que la muerte del cristiano es su propia Pascua. Así se utiliza el simbolismo de este Cirio en el bautizo y en las exequias, el principio y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a la luz de la vida eterna.