Una gran noticia: Nos ha nacido el Salvador ¡Aleluya!
Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.
¡Bendita sea la Navidad! ¡Dios ha nacido! ¡No puedo dejar de exclamar “¡Aleluya!”!
¡Dios está entre nosotros, acurrucado en el regazo de María bajo la atenta mirada de San José! Meditas esta escena y todo es Amor, humildad, confianza, serenidad, salvación, esperanza.
La Navidad conmemora el nacimiento histórico de Jesús, es decir, celebrar el misterio e Dios hecho hombre o la manifestación del Señor en la historia. El verbo adquiere la experiencia humana de la compasión y la solidaridad. La encarnación de Jesús es “abajamiento” que termina en la muerte, inicio de su retorno glorioso al Padre.
La Navidad nos descubre quién es Jesús y su Buena Noticia. Nos muestra la pobreza en la que se encarna Dios y nos invita a celebrarla con paz, alegría y sobriedad. Manifiesta que Dios se ha hecho en todo semejante a los hombres y ha dado a conocer la benignidad y el amor entre nosotros. Ante la grandeza del misterio de Dios encarnado, la actitud de la Iglesia y de los cristianos debe ser de admiración, alabanza, contemplación y agradecimiento.
Pues con el corazón abierto, elevando las manos al cielo sólo queda dar gracias a Dios. Y, exclamar, en la penumbra del sencillo portal, haciéndose un hueco entre los pastores, ¡Gracias, Dios mío, ¡porque cada año renuevas tu confianza en el ser humano! ¡Gracias, Señor, ¡porque te haces amigo de los hombres haciéndote hombre! ¡Gracias, Dios de bondad, ¡por el amor que nos manifiestas! ¡Gracias por el ejemplo de la Sagrada Familia que nos permite crecer en el amor familiar! ¡Gracias, Señor, porque contemplando tu pequeñez, ¡tu pobreza y tu aparente insignificancia enriqueces nuestro corazón y nuestra vida! ¡Gracias, Dios del perdón, ¡porque nos traes la paz!