DOMINGO DÍA DEL SEÑOR – 20º DEL TIEMPO ORDINARIO

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Domingo, 18 de agosto de 2019 — 20º del Tiempo Ordinario

Ser cristiano no es responder siempre con una sonrisa a todo lo que nos dicen, sino saber poner por delante, con cariño pero también con fuerza, la verdad del Evangelio. Pero no nos asustemos. Recordemos los muchos que han dado y dan su sangre en defensa de la fe. Su testimonio nos debe animar a vivir con más radicalidad nuestra vida cristiana.

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (38,4-6.8-10):
En aquellos días, los dignatarios dijeron al rey:
«Hay que condenar a muerte a ese Jeremías, pues, con semejantes discursos, está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y al resto de la gente. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia»…..

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (12,1-4):
Hermanos:
Teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia……..

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!

18 Agosto – DOMINGO DE CÁRITAS

Vivimos en un mundo de rapidez vertiginosa. Mandamos un correo o un whatsapp a cualquier parte del mundo y en un instante tenemos la respuesta, queremos consultar una duda en internet, e inmediatamente se nos ofrecen distintos  resultados de la búsqueda. Esto nos puede hacer caer en el error de pensar que en la vida todo es fácil, y que ha de ser, “rápido, ya mismo”.

Pero la realidad es distinta. Al igual que el Señor, hemos de abrir los ojos y ver, hemos de abrir los oídos y escuchar, hemos de acercarnos para conocer los sufrimientos de nuestros hermanos con tiempo y paciencia, y poner en juego todas nuestras capacidades para librarlos de sus sufrimientos.

Hoy es el Domingo de Cáritas y lanzamos un mensaje de solidaridad: Nuestra misericordia ha de ser afectiva, de forma que incline nuestro corazón a las pobrezas; pero también ha de ser efectiva, de forma que ponga en juego todos los recursos personales, eclesiales y sociales para sacarlos de sus pozos.

La codicia es un mal que crece sin límites y que no se vence con la simple denuncia, sino con el desprendimiento personal.

Nuestro compromiso por mejorar el mundo ha de empezar por salir al paso de los más pobres, de los más débiles, de los que menos cuentan.

Los hermanos en nuestra comunidad cristiana tenemos de ser pacientemente misericordiosos unos con otros. Darnos tiempo para cuidarnos,  es amarnos misericordiosamente.